Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y Harvard Medical School, entre ellos el jefe de grupo del CIBERDEM Xavier Correig, ha demostrado que el pescado, como fuente principal de omega 3, y los suplementos de estos ácidos grasos pueden modular las lipoproteínas, las partículas que transportan los lípidos a través de la sangre, e incidir así sobre el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. La asociación entre el consumo de omega 3 y la reducción del riesgo de sufrir accidentes cardiovasculares se ha comprobado con el análisis de la muestra de lipoproteínas de 26.034 mujeres, la más extensa y detallada que se ha hecho nunca. Además, es especialmente relevante porque se trata de la enfermedad con más incidencia, ya que 1 de cada 3 personas muere por accidentes cardiovasculares.
La investigación ha sido liderada por Núria Amigó, investigadora del CIBERDEM y CEO de la spin off Biosfer Teslab, de la URV y del Institut d’Investigació Sanitària Pere Virgili (IISPV), y miembro del grupo de investigación Metabolomics Interdisciplinary Laboratory (MIL@b) - Plataforma Metabolómica, que forma parte, asimismo, del IISPV. Xavier Correig, catedrático del departamento de Ingeniería Electrónica, Eléctrica y Automática y director de MIL@b – Plataforma Metabolómica, ha participado en el estudio junto a investigadores del Center for Lipid Metabolomics, Division of Preventive Medicine del Brigham and Women's Hospital (Harvard Medical School) dirigido por Samia Mora.
Hasta ahora se había comprobado que un consumo muy elevado de ácidos grasos omega 3 se asociaba a niveles más bajos de triglicéridos en sangre. Pero, a la vez, también se había relacionado con un incremento del colesterol LDL (colesterol transportado por lipoproteínas de baja densidad, conocido como colesterol malo), que es un factor de riesgo cardiovascular porque puede acelerar la formación de arterioesclerosis, que es el endurecimiento de las paredes de las arterias y la disminución de su elasticidad.
Pero el estudio ha constatado que este aumento del colesterol LDL por el consumo de pescado se asocia principalmente al transporte por las partículas LDL más grandes, que son menos aterogénicas (con menor potencial de obstrucción de las arterias), y no a un aumento del número total de partículas LDL. En cambio, el hecho de que disminuyan los triglicéridos transportados por cualquier tipo de lipoproteínas es un factor protector de las enfermedades del corazón.
Esto es así porque el consumo de los 3 tipos de ácidos grasos omega 3 fundamentales en la fisiología humana estudiados –el ácido α-linoleico (ALA), el docosahexaenoico (DHA) i el eicosapentaenoico (EPA)- presentes en el pescado y en otras fuentes nutricionales difiere en su asociación con el potencial riesgo de enfermedades cardiovasculares. El estudio concluye que las lipoproteínas LDL más pequeñas que transportan el colesterol no aumentan, y, en cambio, el aumento se produce en las grandes, que no tienen riesgo asociado. Existe una disminución de todas las partículas transportadoras de triglicéridos, y, además, el tamaño medio de las partículas de HDL y LDL, aumenta, lo cual se asocia a la protección del riesgo cardiovascular.
Estas conclusiones se han obtenido mediante la modelización matemática de la asociación de la ingesta de pescado y de omega 3 –tanto total como de los diferentes tipos ALA, DHA y EPA- y el perfil de lipoproteínas obtenido por Resonancia Magnética Nuclear, “que permite cuantificar el número y el tamaño de las diferentes subfracciones de lipoproteínas plasmáticas, además del contenido de triglicéridos y colesterol adicional”, explica Núria Amigó. Detalla que de las partículas LDL que transportan el colesterol “son las más pequeñas las que se asocian a un riesgo mayor de accidente cardiovascular futuro”.
Otra particularidad del estudio es que se han aislado los factores nutricionales que podrían condicionar el resultado en los modelos matemáticos utilizados para evaluar la asociación entre consumo de pescado y reducción del riesgo cardiovascular, como por ejemplo el consumo de otros alimentos, la concentración de omega 3 según el tipo y el origen del pescado (salvaje o de piscifactoría), y los factores tradicionales de riesgo como el sedentarismo, la edad, el índice de masa corporal y el consumo de tabaco.
El análisis se ha hecho sobre la cohorte del Women’s Health Study, hecho en el Brigham and Women's Hospital, vinculado a Harvard Medical School, que incluye la caracterización del plasma por Resonancia Magnética Nuclear de 26.034 mujeres, de una media de edad de 53 años (la mayoría entre 48 y 59) en edad de trabajar.
Una vez confirmado que el factor de riesgo que suponen los lípidos como la concentración de colesterol, de triglicéridos y los diferentes subtipos de partículas se modula mediante el consumo de ácidos grasos omega-3, “falta saber si el consumo de pescado se asocia a menos mortalidad tanto para enfermedades cardiovasculares como por otras causas”, apunta Amigó, ya que “si bien el riesgo es menor por cuestiones lipídicas, sería necesario observar otros factores pro-inflamatorios o de exposición a metales pesados”.
Referencia bibliográfica: Nuria Amigó, Akintunde O. Akinkuolie, Stephanie E. Chiuve, Xavier Correig, Nancy R. Cook y Samia Mora. Habitual Fish Consumption, n‐3 Fatty Acids, and Nuclear Magnetic Resonance Lipoprotein Subfractions in Women. Journal of the American Heart Association, 27 February 2020. DOI: 10.1161/JAHA.119.014963